LANDER RENTERIA | La prueba de ciclismo en triatlón es la más larga en cuanto a distancia, y se encuentra a caballo entre los segmentos de natación y de carrera a pie. Se trata, por tanto, de un tramo crucial que hay que superar en buenas condiciones para afrontar con garantías el final de la competición. Sin embargo, a muchos corredores se les atraganta o sufren más de lo debido.
La clave del éxito pasa por lograr una buena cadencia o frecuencia de pedaleo, es decir, “las vueltas que da la biela por unidad de tiempo, midiendo desde un punto determinado hasta que la biela de una sola pierna vuelva a ese mismo punto”. Normalmente, este concepto se mide en vueltas por minuto.
En efecto, la importancia de una cadencia alta no es igual para un triatleta y para un corredor de ciclismo en pista, por ejemplo. Los triatletas deben gestionar muy bien sus energías y su desgaste. Por eso, no pueden permitirse acumular demasiado ácido láctico en el tramo de bici, ya que después lo pagarán caro cuando tengan que correr a pie.
A modo de ilustración, al subir una pendiente con una frecuencia de pedaleo baja, usaremos más la fuerza y produciremos ácido láctico en cantidades más elevadas que con un desarrollo adecuado. Si nos descuidamos, este ácido láctico puede acumularse en exceso, provocando que lo 'arrastremos' durante toda la carrera, y nos ocasione posibles lesiones.
Entre 75 y 105 vueltas por minuto
Contra esto, el mejor modo de acumular el mínimo de ácido láctico es mantener una cadencia elevada. Así, trabajaremos el sistema aeróbico, consumiendo el glucógeno muscular por vía aeróbica y no anaeróbica.
¿Y cómo podemos alcanzar ese objetivo? En primer lugar, hay que encontrar un término medio entre fuerza y rapidez, primando la resistencia frente a la fuerza. No existe una frecuencia de pedaleo ideal pero, si nos sitúamos entre 75 y 105 vueltas por minuto, estaremos acercándonos a lo que buscamos. Cada persona deberá encontrar la cadencia que mejor se adapte a sus condiciones y a su morfología.
Lo más recomendable es practicar constantemente con una cadencia elevada (superior a 100 vueltas por minuto) durante los entrenamientos, alternando los desarrollos de nuestra bici e incluso tratando de superar las 130 o 140 vueltas por minuto. Evidentemente, es una tarea ardua y difícil, pero con el tiempo iremos acostumbrándonos a una frecuencia de pedaleo cada vez más rápida.
Y los beneficios no se harán esperar: nuestro rendimiento aumentará de manera tangible en recorridos medios y largos, y también mejorará nuestra resistencia y estado físico. Por último, reduciremos notablemente el riesgo de padecer lesiones. Principalmente, de tipo muscular y en las rodillas, unas articulaciones que sufren mucho en las competiciones de triatlón.
Foto: AFP.
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